[••• = disponible sólo en Inglés. Professor Mary Mark Ockerbloom ha compartido generosamente con los lectores de la Victorian Web este material de su página web, Celebración de Mujeres Escritoras. Traducción de Laura B. Masides Victoria revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow.]
Sentimiento sin pasión, y sufrimiento sin cobardía – ésto, además de un profundo sentido de religiosidad, y con el don de una mente brillante que toma la dirección poética a través de una entusiasta simpatía y algo de vocación genuina, constituye la vida de la señora Hemans.1 Cualesquiera que sean los méritos de los poemas, no fracasan a la hora de envolver al lector en una cierta impresión de la belleza inherente, tanto a la personalidad de la autora como en sus obras. Se muestran como si fueran el resultado de una vida maravillosa, y de hecho lo son. La impresión que el lector, de este modo, percibe al leer detenidamente los poemas no solo confirma sino que intensifica lo que sabía sobre los eventos de la vida de la escritora.
Felicia Dorothea Browne, nace en Duke Street, Liverpool, el 25 de Septiembre de 1793, hija de un comerciante de prestigio, nativo de Irlanda y perteneciente a una familia de Sligo. Su madre, cuyo apellido de soltera era Wagner, era de origen mitad italiano, mitad alemán, por parte de su padre que tenía el puesto de Cónsul de Liverpool en representación del gobierno austriaco y toscano. El apellido era en realidad una deformación del ilustre nombre veneciano Veniero, comandante de la flota de la República en la batalla de Lepanto. Felicia era la quinta en una familia de siete hijos, de los cuales uno murió durante la infancia. Distinguida casi desde su nacimiento por su extrema belleza y un talento precoz. “El resplandor en su totalidad de aquella radiante belleza estaba destinada a desvanecerse muy pronto” ha sido una de las frases utilizadas por la hermana de la poetisa, la primera en describirla a los quince años de edad. Esta alusión parece estar pensada para relacionarlo más que, con la muerte de la señora Hemans cuando solo tenía cuarenta y dos años, ó con los estragos que la enfermedad le causaría en los años precedentes, con la pérdida del encanto en su condición de mujer madura. Un retrato grabado de ella del artista americano William E. West, uno de los tres que pintó en 1827, nos muestra que la señora. Hemans, a la edad de treinta y cuatro, era muy agradable y bella, con un aire de amabilidad y vivaz dulzura, sinceridad y absoluta confianza, que casi podía calificarse de ingenuidad sumida en la más profunda transparencia. Los rasgos son correctos y armoniosos; grandes ojos, contorno amplio y elegantemente redondeado, ni alta ni baja, pelo sano natural, dorado en su juventud, después de un rojizo intenso, cejas suavemente perfiladas. Preferiríamos hacernos un juicio de ella a través de su retrato, del cual su hermana decía que tenía un gran parecido, más que del grabado que aparece en Memorias del Sr. Chorley, ejecutado posteriormente en Dublín en 1831 por un joven artista llamado Edward Robinson.
La infancia de Felicia Browne fue probablemente bastante feliz por la buena situación económica de su padre antes de que ella tuviese siete años. La familia se mudó a Gales, y durante nueve años vivieron en Denbighshire, cerca del mar y entre las montañas. Este ambiente era perfecto para una niña destinada a la poesía como forma de entretenimiento y para cultivar sus cualidades de gran amor hacia la naturaleza. Su particular afición por Gales y sus gentes aparece constantemente en sus obras. Su madre, mujer excelente y amigable, dotada para la educación de los hijos, le dedicó la mayor atención, y se vio recompensada por un inquebrantable, profundo y constante amor. En la casa había una gran biblioteca y a la que Felicia se aferraba con fuerza. Ya desde los seis años tenía por costumbre leer a Shakespeare mientras se sentaba en las ramas de un manzano. Junto con una gran rapidez de comprensión, tenía una memoria de retención sorprendente, y era capaz de repetir páginas enteras de poesía después de una sola lectura. En torno a los once años pasó un verano en Londres, regresando al año siguiente (nunca más volvería).
En 1808 – con catorce años – aparece Felicia por primera vez como autora. Publica un volumen de poemas que recibió algunas críticas: fue la única vez en que sufrió una crítica realmente severa. El percance afectaría tanto a la impresionable doncella que permanece unos días en cama: pero lo superaría y muy pronto retoma la escritura. Durante el mismo año escribió un poema llamado Inglaterra y España; estaba por aquel entonces bajo la influencia del entusiasmo militar se elevaba a partir de los eventos de la Guerra Peninsular, en la que servía uno de sus hermanos. Otro de ellos estaba también en la armada y en el mismo regimiento vigésimo tercero de los Royal Welsh Fusiliers. El año siguiente fue memorable en la vida de Felicia Browne. Conoció al Capitan Hemans, del cuarto regimiento (propiedad del rey), oficial que aunque no era rico, recibía ciertos favoritismos, tanto en lo que se refiere a su persona, como en su educación. El profesó admiración por la cautivadora mujer y ella le otorgó su amor. Poco después, él tuvo que volver a España y pasaron cerca de tres años antes de que volvieran a verse. Mientras tanto, en 1809, la familia Browne se mudó nuevamente a Broewylfa, cerca de St. Asaph en Flintshire; y en 1812, por segunda y última vez, apareció un volumen de poesía con el nombre de Felicia Dorothea Browne, Afectos Domésticos y otros Poemas. En el verano de 1812 se caso con el hombre de su elección.
Los biógrafos no nos han permitido conocer con claridad si la vida conyugal de la Sra. Hemans era feliz pero, en cualquier caso, fue especialmente corta; prácticamente fugaz. La pareja de casados residía al principio en Daventry en Northamptonshire, donde el Capitán servía en la milicia del condado. Allí se quedaron alrededor de un año, y allí nació su hijo Arthur, el primero de una prole de cinco chicos. Al poco se trasladaron con la familia de la Sra. Hemans en Bronwylfa. Su madre era ahora la cabeza de familia, ya que su padre, habiendo reanudado la carrera mercantil, se había ido a Quebec, donde finalmente murió. En 1818, el Capitan Hemans decidió irse al sur de Europa “para beneficio de su alma” – motivo inoportuno u muy oportuno, según las circunstancias. Al parecer, había sufrido mucho con las vicisitudes de la vida militar, especialmente durante la retirada hacia Corunna, y después por unas fiebres en la expedición a Walcheren. Partió hacia Roma, donde se instaló, justo antes del nacimiento de su quinto hijo, después de una despedida que parecía presagiar que sería la última. Por alguna u otra razón, ni los encantos de Bronwylfa, de su mujer, y sus cinco hijos, además de la suegra soltaron las tenaces amarras que retenían al capitán en Italia y en Roma. Hubiera podido imaginarse que no solo para el Capitán Hemans, sino también para su mujer, autora de Baladas de Muchas Tierras, y sensible a las asociaciones históricas y románticas de un país como Italia, lo habría encontrado compatible con sus aficiones y deberes para hacer una visita a Roma, o incluso convertirlo en morada permanente. Pero parecería que el sentimiento familiar entre madre e hija era más dominante que el amor conyugal: Su intenso sentimiento hacia el hogar sagrado y sus deberes al servicio de su madre y sus hijos podrían haber sido antepuestos a la relación conyugal, posiblemente autocompasiva. Pero dejando a un lado las conjeturas, sería mejor transcribir las recientes insinuaciones sobre el tema, que aporta la hermana de la poetisa, la Sra. Hughes, en su memoria, y que muestran que la separación de facto entre el Capitán y la Sra. Hemans se dio en parte tras varias consideraciones de obligaciones familiares, y en parte tras circunstancias especiales no indicadas claramente, pero aparentemente reflejaban más o menos el comportamiento marital del Capitán.
Se ha dicho con total sinceridad que la búsqueda literaria de la Sra. Hemans, y la educación de sus hijos, habría contribuido a que fuera más idóneo para ella continuar bajo el techo maternal que acompañar a su marido a Italia. Sin embargo, es bien conocido, que desafortunadamente, estas no eran las únicas razones que les llevaron a tomar este camino dividido. Vivir juntos bajo ciertos términos habría sido innecesariamente doloroso, y en la época una separación permanente no se habría podido ni plantear. Por todo ello se llegó a un acuerdo tácito convencional que no ofrecía obstáculos al intercambio frecuente de correspondencia ni a evitar el contacto con el padre en todo lo relacionado con la educación de sus hijos. Pero los años pasaron, diecisiete años de ausencia, y por consiguiente de distanciamiento, y desde ese momento hasta la hora de su muerte, la Sra. Hemans y su marido nunca volvieron a reunirse. Este incidente de separación de por vida con su marido puso fin de por vida a cualquier tema de carácter romántico en la vida y carrera de la Sra. Hemans, aunque el tono afectivo y pasional continuaría impregnando su obra, embelleciendo su vida y su dulce y ferviente domesticidad. En ella podemos contemplar a la hija cariñosa, y alegre, tanto como el destino le permitía, cabeza de familia, y digna matrona de cinco hijos. Vemos también a la no menos afectuosa, tierna y atenta, admirada y popular poeta; y después a la inválida incurable, marcada por su temprana muerte que crece a su alrededor con prolongada y firme rapidez; su tranquila conciencia, su mente brillante y alegre, llena de fe y esperanza para la eternidad.
En 1818, antes de la partida de su marido, la Sra. Hemans había publicado un volumen de traducciones poéticas, entorno al que escribió La Restauración de las Obras de Arte para Italia, y Grecia Moderna, y otros poemas que fueron después incluidos en las series llamadas Cuentos y Escenas Heroicas. En 1820 publicó El Escéptico: una representación ligera y de tono afable donde lo increíble encuentra eficazmente convencimiento, asegura la Sra Hemans en una entrevista personal poco antes de su muerte. Según ella, la pieza había causado su conversión hacia la religión cristiana. El mismo año conoció al Reverendo (después sería Obispo) Reginald Heber, entonces Rector de Hodnet — el primer personaje literario eminente, que llegó a conocerla bien. Este le alentó en la composición de otro poema destinado a la expiación titulado Superstición y Revelación. Había comenzado una parte pero la abandonó sin terminar. En esta época Sra. Hemans escribió también una serie de artículos para la Revista Mensual de Edimburgo sobre literatura extranjera, casi la única prosa que había publicado y que serviría principalmente como vehículo de traducciones poéticas. Obtuvo dos premios literarios por sus poemas, y su ambición la llevó a la composición de una tragedia de cinco actos pensada para su representación en el escenario — Las Vísperas de Palermo. Obra que le llevó mucho tiempo y que tras recibir las 210 libras por los derechos de autor, se representó en Convent Garden el 12 de Diciembre de 1823. Las expectativas de la autora no eran pocas, ni tampoco las de sus amigos. Young y Charles Kemble interpretaron los papeles masculinos principales: la Srta. Kelly actuaría como Constance. Pero la representación fue un desastre, de dijo justa o injustamente, demostrando “un total fracaso” lo que la hizo retraerse en sí misma desde la noche del estreno. Aunque nunca se representó en Londres si se presentó en Edimburgo, y con un éxito considerable. Un lector desapasionado de hoy en día — si es que existe un lector del Vísperas de Palermo — probablemente opinaría que la audiencia de Londres mostró como mínimo discriminación (aparte de cualquier cuestión relacionada con el desmerecimiento de la Srta Kelly).
Pero el talento de la Sra. Hemans no estaba orientado hacia lo dramático. Quizás porque nunca se había redactado una tragedia de cinco actos, escrita por una mujer. Posiblement porque el tono y estilo propios de las cualidades de la Sra. Hemans no facilitaban la deficiencia, que ella, simplemente como mujer, estaba casi segura de manifestar. Incluso en sus poemas narrativos esto no supone una ventaja. Sus personajes no están bien perfilados y oscilan de manera romántica entre la maldad y la virtud, criaturas supersticiosas, pomposas y atenuadas. No obstante, su segunda tragedia, El cerco de Valencia, publicada en 1823 con El Festín de Baltasar y otros poemas, tuvo mejor acogida. Esta obra parece haber estado escrita sin intención de ser representada, puesto que sus actos perjudican la composición teatral. La situación de la obra es tremendamente trágica, incluso desgarradora, con un marco histórico y un interés inmediato personal y doméstico de crisis y pasiones, acorde con los propios intereses y capacidades de la Sra. Hemans. A medida que el lector se acerca al desenlace, y encuentra a la autora con mano implacable tratando la muerte del héroe y patriota González y toda su prole, puede verse algo contrariado al darse cuenta que el único miembro de la familia que se salva, lo hace a través de un exceso de amor maternal.Supervivencia, luto y autodisciplina son las expresiones de la justicia poética en los dos dramas, comenzados de la misma forma por la Sra. Hemans, con referencias a las Cruzadas y Sebastián de Portugal. Ninguna de las dos obras se considera completa.
Justo después de la producción de Las Vísperas de Palermo (The Vespers of Palermo) en el escenario, la Sra. Hemans comenzó a estudiar la lengua alemana con gran interés. Sus Baladas de muchas Tierras, publicada en 1826, fue inspirada por Herder y su Stiemmen der Volker in Lieder. Contenía su poema, El Santuario del Bosque, que compuso a finales de 1824 y principios de 1825. Predispuesta a ser considerada como su mejor obra, es la más importante de entre sus poemas narrativos o semi-narrativos, y en comparación con otros de la misma clase, puede solicitar razonablemente su preferencia sin comprometernos a un elogio de la misma. Le seguieron Los Records de Mujer de 1828, siendo la primera de las obras de la autora que publicaron los Sres. Blackwood. En esta serie más sentimientos personales que en cualquier otra. En el verano de 1830 aparecieron las Canciones de sentimiento, siendo la última de sus publicaciones previa a su partida a Irlanda.
Mientras tanto, el curso de su vida privada solo se vio marcado por su traslado de residencia,y por una profunda e irreparable aflicción por la muerte de su amada madre, el 11 de febrero de 1827, seguido poco después de su propia enfermedad. Se mudó por primera vez en 1825 de Bronwylfa a Rhyllon, una casa distante de la primera solamente un cuarto de milla: aquí se asentó junto con su madre, hermana y cuatro chicos (el hijo mayor estaba entonces en un colegio en Bangor). Por un tiempo incluso su segundo hermano, el Major Browne, poco después inspector jefe de la policía en Dublin, y su mujer, residieron en la misma casa al haber regresado de Canadá. Rhyllon, repleto de atractivas vistas, era una casa mucho menos pintoresca que Bronwylfa; pero este breve periodo de la vida de la Sra. Hemans demuestra haber sido probablemente el más feliz que había pasado desde su infancia. Además de muchas fuentes de serena satisfacción domestica y durante un tiempo una salud más firme, disfrutó de considerable reputación, no limitada a su país nativo debido a la fama que sus poemas habían difundido en America, donde florecieron con un vigor extraordinario. La invitaron a emigrar a Boston y llevar a cabo allí una publicación que le habría asegurado considerables ingresos. Su correspondencia literaria llego a ser muy extensa; y editores, propietarios de almanaques la abordaron hasta agobiarla. En el verano de 1828 hizo una visita a algunos amigos en Wavertree Lodge, cerca de Liverpool. Su salud, era sumamente frágil en ese momento, con palpitaciones, inflamaciones y otros síntomas angustiosos, frecuentemente agravados por su exceso de despreocupación en todo lo que le afectaba a sí misma. Sus amigos le inducían a pedir consejo médico, le aconsejaban que se tumbase lo más posible. Otra consecuencia de esta visita fue su decisión de mudarse al pueblo de Wavertree, principalmente con el objeto de una mejor educación para sus hijos. Cuando su madre despareció, tres de ellos se fueron a Roma bajo el cuidado de su padre. La hermana de la Sra. Hemans se había casado, su hermano se había trasladado a Irlanda, y su apreciado hogar Gales se vio quebrantado irremediablemente. La residencia en Wavertree no era del todo satisfactoria. La Sra. Hemans no la encontraba saludable ni veía ventajas educativas para sus hijos, como había esperado. Tuvo algunos amigos en Liverpool, a los que apreciaba, en especial a la familia Chorley: pero la mayor parte del tiempo se sentía oprimida por incomodidades y vecinos poco amigables a los que ella tampoco había causado impresión favorable. La consideraban una persona rara (que llevaba un velo en la cabeza) como se refleja en el retrato del señor West sobre ella. Por su parte, era reticente a presentarse en sociedad y, como dijo algún amigo, “habría encargado un dragón para guardar su patio” y protegerse de los intrusos. Transformó su casa, pequeña e incomoda a su llegada, en un hogar elegante donde desarrollar su pasión por la música, recibiendo instrucción artística de Zeugheer Hermann, además de la ayuda de un conocido aficionado, el Sr. Lodge. Fue incluso capaz de inventar la letra de alguna de sus composiciones. Comenzó con el arpa y el pianoforte pero su voz, naturalmente buena, le fallaría debido a la debilidad de su pecho.
Desde su residencia en Wavertree partió a excursiones en Escocia y sus lagos. En Julio de 1829 visitó al señor Hamilton, el autor de Cyril Thornton, en Chiefwood cerca de Abbotsford, y veía a Walter Scott muy a menudo. Dos de sus amables cumplidos hacia la Sra. Hemans se han conservado en las notas de su hermana. “Si no estuviese destinada a confortar a los que le rodean tendría que decir que posee excesivos dones, Sra. Hemans”. Y un poco más adelante “Existen personas a las que conocemos y que nos gustaría contar siempre entre nuestros allegados y amigos; usted es una de ellas”. El viaje a Escoia incluyó visitas a Yarrow, Abbotsford y Edimburgo, y posar para un portarretrato del señor Angus Fletcher. La excursión a los Lagos de Westmoreland tuvo lugar el año siguiente en1830, cuando visitó la casa de Wordsworth, Rydal Mount con su hijo Charles; poco después se mudaron a un pueblo vecino llamado Dove’s Nest, ………..Las cartas de la Sra. Hemans mostraban cuanto le gustaba Wordsworth, tanto poética como personalmente. Se dio cuenta de que era mucho más impulsivo de lo que ella esperaba, y disfrutaba muchísimo de su correcta lectura y de los frecuentes toques poéticos en su forma de hablar. Su admiración fue correspondida como se muestra en las líneas que Wordsworth dedico a su memoria, unos pocos años después: “Lloro por ese espíritu santo/ Dulce como la primavera, profundo como el océano/ Por aquella, que antes de que se apagara su verano/ Se ha hundido en un sueño sin aliento”.
Como la experiencia de Wavertree se demonstró lamentable, y su hermano el Major Brown se encontraba en Irlanda, la Sra. Hemans decidió trasladarse a Dublín en la primavera, A finales del otoño de 1830 visitó por última vez Bronwylfa, y a finales de abril de 1831 abandonó Wavertree e Inglaterra para no volver jamás. Pasó unas semanas en Dublín y después se trasladó a casa de su hermano cerca de Kilkenny. Finalmente, al comienzo del otoño se estableció en la capital irlandesa. Al principio en la calle Upper Pembroke, después en el nº 36 de Stephen’s Green, y más tarde en una casa que parecía ser más cómoda, y donde murió, la calle Dawson 20. En Dublín, como antes en Wavertree, la Sra. Hemans vivía retirada de la sociedad, manteniendo un trato familiar con unos cuantos amigos cercanos entre los cuales estaba el señor Arzobispo William Rowan Hamilton, la Sra. Whately y el Reverendo Blanco White. Su salud no era buena, las palpitaciones persistían y sufría frecuentes desmayos. De vez en cuando, sin embargo, se recuperaba, y eso llenaba a sus amigos de esperanza. Nunca le falto esa gentil dulzura, incluso un temperamento pícaro mezclado con ternura y de profundas convicciones religiosas. Pasaba gran parte de su tiempo tumbada en el sofá.
Después de asentarse en Irlanda, la Sra. Hemans publicó varios volúmenes de poesía, fundamentalmente sobre temas de carácter religioso. A principios de 1834, se publicaron Himnos de infancia (Hymns for Childhood) en la prensa nacional en Dublín, después de que en 1824 hubiesen aparecido en una edición americana. Líricas nacionales se recopilaron y publicaron por el mismo grupo editorial de Dublín, casi al mismo tiempo los Himnos de infancia y, como Escenas e himnos a la vida, obtuvieron bastantes aplausos. Esta fue su última publicación en vida. Poco después escribió Desaliento y aspiración (Thoughts during Sickness), y dictó la serie de sonetos Pensamientos en la enfermedad. Su última redacción fue el Soneto del Domingo, producido el 26 de Abril, veinte días antes de su muerte.
En sus últimos años la Sra. Hemans sufrió la fatal enfermedad bajo la atenta supervisión de amigos y familiares, no solo su hermano y cuñada, sino también su hermana la Sra. Hughes y su marido, estuvieron con ella con más o menos frecuencia. En Mayo de 1833, su hijo Claude se trasladó a América. Otro de sus hijos, Willoughby, fue contratado por la Ordenance Survey al norte de Irlanda. Se ocupaban de ella con cariño durante sus vacaciones. Poco antes de la muerte de su madre, Charles fue reclamado por Sir Robert Peel del Ministerio de Marina, lo que le proporcionó “una donación muy munificente". En Julio de 1834, la Sra. Hemans cogió la fiebre. Al trasladarse al condado de Wicklow por el bien de su salud, la atacó aquí otra enfermedad, la escarlatina. Tras su regreso a Dublín le ordenaron pasar el mayor tiempo posible al aire libre y se resfrió, por haber estado sentada durante mucho tiempo leyendo en los jardines de la sociedad de Dublín, bajo la niebla otoñal. Volvió a enfriarse y sufrir fiebres y su estado general empeoró. A principios de Marzo de 1835, después de pasar un tiempo en Redesdale, la localidad de sus más queridos amigos, los Whatelys, regresó a Dublín, habiendo perdido el uso de sus extremidades; murió el 16 de Mayo y la enterraron en la Iglesia de Santa Ana en Dublín.
Aunque vivaz y versátil , la Sra. Hemans tenía una personalidad retraída y se acobardaba ante la exhibición pública. Su personalidad quedaba fuera de toda malicia. A pesar de su excesiva sensibilidad — que se extendía no solo a las afecciones e intereses de la vida, sino también a otros campos como el sonido del viento en la noche, la melancolía a la orilla del mar, y en especial (aunque no había razones para ello, en ningún acontecimiento personal) a la tristeza de los entierros en el mar — , quedaba todavía libre de un simple y ordinario ataque de nervios.
“Mis ánimos”, escribió una vez, “son tan variables como las luces y las sombras; tan pronto revolotean con el viento sobre las altas hierbas, como salen a chorros las lágrimas de mis ojos sin saber exactamente la causa. A veces, dejo llevar mi mente por una melodía irlandesa, con su rápidas y salvajes transiciones desde la tristeza hasta la alegría”
Su conversación era variada y brillante, totalmente libre de pretensiones literarias. Tenía una amplia percepción de lo lúdico, pero se abstenía de sarcasmo o maldad, con mayor hincapié cuando se trataba de violencia en contra de cualquiera que la hubiera herido o ignorado. Tenía también aversión a los cotilleos literarios personales o injustos. No se permitiría a sí misma irritarse por las pequeñas cosas. Acostumbraba a citar el dicho de Madame l’Esoinasse (aplicándolo sin duda, principalmente, a la ruptura de sus lazos matrimoniales) “Un grand chagrin tue tout le reste: un gran dolor acaba con todo lo demás”. Le disgustaba cualquier tipo de aspereza en conversaciones o libros, y a menudo arrancaba páginas de sus volúmenes. Sus logros eran considerables y no meramente superficiales. Sabía francés, italiano, español y portugués, y en la madurez alemán, además de latín. Tenía gusto y facilidad para la música y el dibujo. Algunos de sus bocetos sobre localidades han servido como viñetas en la edición de sus obras completas. Su poesía estaba escrita con una rapidez cercana a la improvisación, lo que le hacía que la sintiese de algún modo imperfecta, y al final de su vida se arrepintiese. Byron, Shelley y Madame de Stael se encontraban entre los escritores que habitualmente citaba. Envidia de escritoras contemporáneas porque destacaba a los ojos del público, era reconocida por su gentil naturaleza y buen corazón. La Srta. Jewsbury (poco después Sra. Fletcher) se encontraba entre sus amigas intimas, y se permitía correspondencia amistosa con la Srta. Baillie, la Srta. Mitford, La Sra. Howitt y otras. El apellido de estas damas, la Sra Fletcher (cuya muerte precede a la de su amiga alrededor de un año), tiene, en su libro llamado Las Tres Historias (The Three Histories), la descripción de la Sra. Hemans bajo el nombre de Egeria; y debido a la fidelidad del retrato, bajo un toque de idealización, autentificado por la Sra. Hughes, hemos sido inducidos a repetirlo aquí:
“Egeria era completamente diferente a ninguna otra mujer que yo hubiera visto, en Italia o Inglaterra. No me deslumbró; pero me conquistó. Otras mujeres son más dominantes, versátiles, perspicaces, pero nunca he conocido una tan exquisitamente femenina. Su nacimiento, su educación, pero sobre todo la inteligencia de la que goza, se combinan para inspirar pasión por lo hetéreo, lo tierno, lo imaginativo, lo heroico — en una palabra lo bello. Tenía don divino y al mismo tiempo cotidiano, que llegaba a todas partes como un rayo de sol, cual “dedo dorado.” Lo abstracto o científico le era incomprensible y desagradable. Su conocimiento era amplio y variado, pero fiel al primer principio de su naturaleza. Era la poesía lo que buscaba en la historia; personalidad, paisaje, creencia religiosa y poesía, lo que guiaba todos sus estudios, gobernaba sus pensamientos y daba color a sus conversaciones. Su naturaleza era al mismo tiempo simple y profunda. No había espacio en su mente para la filosofía, ni en su corazón ambición; la primera estaba repleta de imaginación, el segundo de ternura. Tenía un temperamento tranquilo pero gustos decididos: nadie le influía y menos aun la impresionaban. Fuerza y debilidad mandan por igual en sus sentimientos. A veces lloraba con una palabra, otras las llenaban de coraje- Era alternativamente, halcón con carazón de paloma y `un junco agitado por al viento. Su voz triste y dulce melodía; su alma recordaba a una antigua descripción de un naranjo “de lámparas doradas ocultas en la ingenua noche” cual jardines españoles, donde la granada crece junto al ciprés. Su alegría era como una ráfaga de luz solar; y, si en su tristeza se asemejara a la noche, era una noche portadora de estrellas. Podría estar describiéndola eternamente, sin éxito- Egeria, la Musa, la Elegancia, la niña inconstante, la mujer dependiente, la Italia de la humanidad”.
En los poemas de la Sra. Hemans existe una gran cantidad de belleza, y, a su lado, una considerable destreza. Aptitud y delicadeza en la versificación y equilibrio armonioso en el tratamiento del tema. Su destreza, sin embargo, difícilmente asciende a la región más noble del arte: tiene un don, y cultura también, pero no tiene facultades que funcionen de manera independiente, y todavía no tiene autodisciplina. Sus fuentes de inspiración son auténticas y su tono femenino hasta la intensidad; el resultado no carece de sinceridad pero crea un cierta sensación de artificialidad en lugar de percepciones, quizás sobre todo, por la empalagosa corriente de “moralismo”. Aunque templado la atmósfera de su verso no es en modo alguno vigorizante. Se podrían resumir los puntos débiles de la poesía de la Sra. Hemnas diciendo no solo que es ·femenina” (lo que bajo las circunstancias puede ser una imputación más que un alago) sino también que es una poesía de mujer. Además de mostrar lo correcto y alegre de la feminidad, contiene el tono monótono propio de ese sexo. La Sra. Hemans posee un amor por la bondad y un horror por la maldad que caracterizaba a la mente femenina y que debemos elogiar con justicia, pero sin concluir que favorezcan el vigor poético, o incluso la perfección de la forma literaria. Sobresale en el grupo moderno de poeta que coordinan persistentemente el impulso de guiar las normas morales o la religión. Todo debe trasmitir una lección moral, y quedar expuesto con este objetivo, sin olvidar al mismo tiempo la efusión emocional de los sentimientos espontáneos. Un poeta no debe de escribir porque tenga algo que decir, sino porque tiene el derecho de sentir y hablar. Larmartine fue un auténtico profeta en esta línea. Sin embargo, se puede decir que la Sra. Hemans destaca entre las poetisas y que en sus escritos hay muchos elementos que llaman la atención a muchos que atienden a lo amable, dulce, piadoso y refinado de su talento. De acuerdo con la condición espiritual o emocional de sus lectores, algunos poemas pueden estar llenos de gracia y ternura para unos, mientras que para otros sean solo conmovedores, y para un tercero dolorosamente malos. El primero podría ser un hombre y la tercera una mujer; o el primero un crítico, el segundo un “lector de poesía”, y el tercero un sentimental capaz de empalizar con el sufrimiento. — W. M. ROSSETTI.
1: La memoria de la Sra. Hemans, escrita por su hermana la Sra. Hughes, en la edición de Poemas (7 volúmenes) de Blackwood, es la mayor autoridad en lo relativo a la vida de la poetisa. También las Memorias del señor Chorley en 2 volúmenes contienen un buen trato de la correspondencia de la Sra. Hemans (reproducida en una gran parte por la Sra. Hughes) y principalmente de su carrera literaria, más que de su vida privada. La primera de estas versiones está escrita de forma agradable con un tono de profundo afecto y admiración al que el lector no pone reparos.
Bibliografia
Rossetti, W. M. "Reseña introductoria." Las obras poéticas de la Sra. Hemans. Nueva York: Thomas Y. Crowell & Co., 18__.
Última modificación, 26 de Marzo del 2005