[Traducción de Rocio von Jungenfeld, revisada y editada por Asun López-Varela. El diseño HTML, el formato, y los enlaces de George P. Landow. En los títulos de las obras no traducidas al castellano, la traductora indica con la anotación «Nota del Traductor (N. T.)« entre paréntesis que la traducción de los mismos es obra suya. En caso contrario, la traductora se basa en las traducciones ya disponibles que figuran en el registro ISBN. Del mismo modo, en lo referente a las citas literarias, la traductora indica las traducciones disponibles en castellano. Aquellos casos en los que no se hace referencia a ninguna traducción previa, aluden a la labor traductora de Rocio von Jungenfeld.]
Las cosas no salieron del todo bien para Fanny Trollope. Se puede entender porque le pusieron el mote de «La Vieja Dama Avinagrada»: Las cosas estaban difíciles en Inglaterra. Su marido sufría jaquecas y era difícil convivir con el. La esperanza de heredar nunca se materializó, y el dinero escaseaba, pero los hijos de la familia Trollope seguían multiplicándose.
Pero Fanny esperaba que todo se solucionara en América. En 1827, Mrs. Trollope se embarcó hacia América con tres de sus hijos con la esperanza de hacer fortuna en la tierra de las oportunidades. Había llegado a sus oídos que América era un país en el que las nobles aspiraciones humanas podían materializar, que nadie era pobre allí, y que era un verdadero Elisio. Una tierra de nobleza y progreso llena de buenos corazones liberales — Una Inglaterra sin inmaculada, comentaba con entusiamo el reformista Frances Wright. El libro Views of Society and Manners escrito por Trollope en 1821, estaba colmado de alabanzas sobre la colonia Nashoba de Robert Owen en Tennessee; utopía que parecía la solución perfecta.
Un viaje por el río poco ayudó en crear un cierto sentimiento de caridad en Trollope. Tal y como Trollope agriamente describe «A quien espera tener una agradable impresión sobre las costumbres americanas yo no le recomiendo que comience su viaje en barco de vapor por el Mississippi; yo, sin embargo, declaro sinceramente que preferiría compartir un apartamento con cerdos de buenos modales.» (Domestic Manners of the Americans, 34). Todo sobre el sur le irrita, con su aire plagado de mosquitos. El Mississippi es una fangosa marisma en la que colosales cocodrilos se bañaban lujosamente. Nashoba era un lugar melancólico; una miserable colección de camarotes en un barrizal por el cual había que saltar de resbaladizo tocón en resbaladizo tocón. El aire era pegajoso, el colchón duro, el humo apestoso, el monotono puré de maíz y la grasa de cerdo frita poco sirvieron para aliviar el malestar de la Señora (Bigland, 83).
Ideales aparte, Frances abandona "utopía" y se va a Cincinnati. August Hervieu, un joven artista francés que enseñaba dibujo en Nashoba, decide no quedarse allí y acompañar a Trollope y a los niños en la nueva aventura. Cincinnati esta considerada como una buena ciudad dónde establecerse. La prensa inglesa la había etiquetado de ser un lugar de oportunidades. Con la fija idea de explotar esta oportunidad — y en una situación financiera desesperada — Trollope con su agudo celo mercantil, consigue obtener el capital necesario para montar un bazaar en el que vender lujosas mercancías europeas con un toque de cultura. El emporio, decorado con columnas de estilo egipcio similares a las de los templos del Nilo, cuenta con una galería de exposiciones, una sala de baile, una plataforma para la orquesta, y salas de conferencias y de lectura. Trollope vuelve a Inglaterra para escoger mercancía europea para su nueva empresa. La estructura fue construida, pero el tosco edificio rompía con el entorno y fue llamado «La locura de Trollope.» La desafortunada empresa acabó en bancarrota, y el edificio y su contenido fueron subastados por el Sheriff.
Tal como Pope-Hennessey hábilmente pregunta, "Puede a uno sorprenderle que Mrs. Trollope no tuviera cariño alguno por las personas de un lugar en el que tanto había sufrido?» (Pope-Hennessey, 86).
Mrs. Trollope desahoga su cólera
El siguiente plan de Trollope prometía ser económicamente viable y le permitía desahogar su colera contra América. Ella había oído hablar de los Viajes en Norte America del Capitan Basil Hall, un libro de viajes de tinte antiamericano que produjo repulsión y que generó fabulosas ventas. El libro era tan hostil que se decía que el gobierno británico había comisionado a Hall para escribirlo con la finalidad de frenar la creciente admiración que la población britanica sentía por las costumbres americanas. Tras este hallazgo y el colapso financiero, Mrs. Trollope decide aprovechar las copiosas anotaciones tomadas durante su viaje y emprender la labor de escribir un libro. (Nunca antes habia Trollope escrito un libro, aun así ella es capaz de producir Domestic Manners of the Americans) El effecto producido por el libro fue tal que «Ningún nombre inglés había antes sido tan repulsivo para los americanos como el de Fanny Trollope» (Pope-Hennessey, 23).
Mrs. Trollope no daba lugar a ambigedades cuando se trataba de los americanos, y como claramente recoge en su texto «No me gustan. No me gustan sus principios; no me gustan sus maneras, no me gustan sus opiniones» (Domestic Manners, 321). Trollope era particularmente crítica cuando se trataba de los modales a la mesa:
La completa falta de cortesía, la rapidez voraz con la que cortan y devoran las viandas; las rudas y extrañas frases, y la pronunciación; los detestables escupitajos, de los cuales es prácticamente imposible proteger nuestros vestidos; la espantosa forma de alimentarse utilizando afilados cuchillos que se meten en la boca; y todavía mas espantosa es la manera que tienen de limpiarse los dientes con la navaja tras la comida, y pronto nos dimos cuenta que no estabamos rodeados de los generales, coronels y mayores del Viejo Mundo; y que la cena no ha de durar mas de una hora. [36-37]
Respecto a sus principios, uno puede sospechar que hay alguna que otra incongruencia, sobre todo cuando se trata de la comodidad de la propia Trollope. Ella era una inflexible abolicionista cuyo libro-propaganda contra la esclavitud Las Aventuras de Jonathan Jefferson Whitlaw sirvió de modelo al posterior La Cabaña del Tio Tom. El libro de Trollope es una avivada crítica sobre Thomas Jefferson, al cual califica de libertino descorazonado y de tirano sin principios que es padre de casi todos los hijos de sus esclavas. Sobre los señores de esclavos escribe, «los veras alzar el sombrero de la libertad en una mano y con la otra arrear a sus esclavos» (Domestic Manners, 1980). Aunque, Trollope admite que las condiciones de los esclavos no parecen ser tan malas, y reconoce que su salud es «debidamente atendida» (198).
A pesar de sus principios contra la esclavitud, Mrs. Trollope siente que la vida es mucho mas agradable cuando uno tiene esclavos que le atienden. Tras las incomodidades de Nashoba, Trollope anota con alegría que en Virginia «nuestras habitaciones habían sido previamente preparadas y las candelas encendidas, y los refrigerios que con la celosa la atención habían sido traidos, son las caracteristicas este lugar en el que hay esclavos» (153). Con poco de lo que quejarse, admite que su previa percepción de la esclavitud como abominable era engañosa:
Yo partí de Inglaterra en contra de la esclavitud, y no sin daño me percate del efecto que causo en mi esta convicción. Al ver pasar a cualquier hombre, mujer o niño negro, mi superficialidad era suficiente como para tejer un pequeño romance de miseria sobre cada uno de ellos; desde que conozco mejor el tema, y me he familiarizado con la situación real americana, a veces he sonreido al percatarme de estos sentimientos. [30]
Mrs. Trollope, en efecto, partío hacia América siendo una mujer progresista, y volvío siendo una conservadora. Según Edmund White, en aquella epoca, este tipo de cambio era bastante común entre los que viajaban a los Estados Unidos (White, 11).
Mrs. Trollope se opone a la igualdad
Mientras reside temporalmente entre los «soy-tan-bueno-como-tu» americanos, Trollope recapacita sobre el concepto de la igualdad. Estas ideas sobre igualdad de Trollope, son capaces de poner furioso a un americano y hacer que un liberal ingles se ponga es su contra. Su conclusión es que
la igualdad puede ser delicadamente discutida entre caballeros británicos a la mesa de un comedor londinense, en el que el sirviente, tras colocar la fría botella de vino, cierra la puerta respetuosamente, y les deja con sus avellanas y su erudición; pero que cuando el sirviente se presenta con robustas y grasientas pezuñas, discutir sobre igualdad puede resulta menos agradable, máxime cuando se discute por acentos que huelen más a cebolla y whiskey que a libertad. [Domestic Manners, 109]
Uno podría decir que la desigualdad es desigual tanto si uno ingiere whisky como si ingiere vino. Continuando con su argumento Mrs. Trollope defiende que aunque en América exista la posibilidad de que el hijo de un ebanista pueda llegar a ser miembro del Congreso, ésto es de poca relevancia en lo referente al concepto de igualdad.
La conciencia de que el hijo de un hombre pueda llegar a ser igual que el hijo de cualquier otro hombre promueve el esfuerzo de superación. Pero también puede conllevar grosera familiaridad puesto que, sin la mínima sombra de respeto, la vulgaridad y la baja alcurnia puede trata con despecho a los refinados y educados. sto es sin duda un mal, y creo que no equilibra las ventajas. (109)
Los americanos, al despojarse del yunque de Gran Bretaña, abandonan voluntariamente las gloriosas instituciones en favor de lo que Mrs. Trollope considera una tierra sin ley:
No conocen, ni se preocupan, por sus reyes o ni por sus héroes; el más precavido de sus comerciantes es el más noble de sus hombres; los sagrados pilares de la educación no eran más que la cuna de supersticiones; el esplendor de la aristocracia, nada más que una sanguijuela que les chupa su «dorada sangre.» La salud, la educación, la gloria de Gran Bretaña, no significa nada para ellos; todo lo hacen a su manera.
¿Puede alguién acusarles de su deseo de hacerlo? ¿Puede alguien lamentar su éxito?
Y hoy es su día, ¿que es lo siguiente que harán? Los mayores se reúnen y discuten «Hagamos un gobierno que nos guste a todos; dejemos que sea grosero y rudo, y ruidoso; no dejemos que se vea influenciado por la dignidad, la gloria o el esplendor; no dejemos que interfiera en los deseos de los hombres o en sus negocios; no cobremos diezmos por impuestos, no hagamos leyes que regulen el juego, ni la pobreza; dejemos que cada hombre participe en la elaboración de las leyes, y no molestemos a ningún hombre que las acate; no dejemos que nuestros magistrados vistan púrpura, ni nuestros jueces armiño; si un hombre se hace rico, dejemos que su nieto sea pobre, así todos seremos iguales; dejemos que cada hombre se haga cargo de sí mismo, y si Inglaterra decide molestarnos otra vez, lucharemos todos unidos contra ella.» [323].
Mrs. Trollope sobre la religión evangelica en America
Analizando una jornada de convivencia religiosa, Mrs. Trollope comenta que éstas están plagadas de insinuaciones sexuales. Describe como los cuerpos se retuercen y convulsan de angustia por el fervor religioso, mientras los predicadores se aprovechan de la situación manoseando a aquellas a las que ofrecen socorro:
Muchas de estas criaturas son guapas jóvenes que se retuercen. Los predicadores se pasean entre ellas, excitando y calmando sus agonías. Llegué incluso a escuchar el murmullo «Hermana! Querida hermana!» y vi sus insinuosos labios acercarse a las mejillas de las desperadas jovenes; escuché el murmullo de las confesiones de las pobres víctimas, y vi a los que las atormentaban consolarlas susurrándoles al oído hasta sacarle los colores. Si hubiera yo sido un hombre, estoy segura que me hubiera sentido obligado a interferir; tampoco creo que escenas tales como éstas hubieran quedado impunes si llevadas a cabo en presencia de caballeros ingleses [144].
Mrs. Trollope describe a los envidiosos predicadores americanos del mismo modo que Charles Dickens a posteriori satiriza a los predicadores ingleses en Pickwick Papers (1836-37) y Bleak House (1851-53):
Estos ministros del sable se pasean de casa en casa, o si la distancia en grande, montan al paso, molestos. No están huecos como el viento, aunque eso parece en otros menesteres; pues soplan hacia lo que tienen el su lista, y ningún hombre sabe por donde les va a venir o salir. Cuando ven una casa que promete cómodo alojamiento y entretenimiento, entran y le dicen a la buena señora de la casa, «Hermana, ¿rezo con usted?» Si la respuesta es positiva, y rara vez no lo es, él y su caballo se instalan hasta después del desayuno del día siguiente. La mejor carne, bebida y aposentos le son ofrecidos durante su estancia, y rara vez deja la casa sin llevarse consigo alguna contribución para necesitada iglesia. [113]
Mrs. Trollope considera de mal gusto las confianzas que se toman entre ellos y el uso de los calificativos de hermano o hermana.
Además de hacer insinuaciones sobre la erótica de los ritos religiosos de los americanos, a veces Mrs. Trollope sostenía que las capillas y casas de encuentros eran lugares para el entretenimiento que ofrecían la oportunidad de exhibir sus últimos vestidos y modelitos. Con descaro escribe: «seguro que no hay país en el mundo en el que la religión tenga tal papel en el entretenimiento y ocio de las señoras» (221). Para Trollope, la histeria y las convulsiones de las piadosas era mas bien parte del espectáculo para entretener a las sedientaas americanas. El fervor religioso es puro espectáculo y la fe pura fachada:
Creo ser bastante tolerante, aunque ésto no me impide observar que el respeto a la religión se consigue mejor cuando el gobierno de la iglesia es confiado a la sabiduría y la experiencia de los venerados mayores, que cuando es dejado en manos de chapuzas y sastres. sto no es lo malo de querer una religión nacionalista, respaldada por el Estado. Como las provisiones para el clero no están fijadas legalmente, es difícil sorprenderse que sus servicios esten restringidos a aquellos que pueden pagarles. Las vehementes expresiones de locura o celos hipócritas como los demostrados en «el Renacimiento» poco contribuyen a calmar los deseos populares. El eterno discurso del inigualable gobierno no puede reparar el desprecio continuado de la sociedad. Iglesia y Estado cojean juntos, a pesar de su soberbia particular. Casi todo hombre que encuentres te dirá que está ocupado con otras labores más importantes para el país; y casi toda mujer te dirá que además de los quehaceres diarios tambien ha de ocuparse del cuidado de las iglesias. A pesar de esta universal atención al gobierno, las leyes estan medio dormidas; y a pesar de las mujeres y sus grupos Dorcas (N. de T.: primeros grupos Baptistas), el ateísmo esta bien despierto y prosperando. [100]
Harriet Martineau, una escritora contamporánea a Trollope también preocupada con el tema americano, sostiene que los ataques de Mrs. Trollope a las jornadas de convivencia religiosas no son más que un asalto al inconformismo en general: parece ser que Mrs. Trollope solamente conocía la Iglesia Oficial y por eso cualquier otra cosa le parecía mal (Pope-Hennessey, 78). La revista The New Montly Magazine considera indecentes y revulsivos los comentarios de Mrs. Trollope, y alega que lo más indignante, malicioso e inexcusable en su libro son las partes referentes a la religión. La revista pone en duda la piedad de Mrs. Trollope y afirma que «Es difícil concebir que una mente capaz de tratar con tal frivolidad y poco corazón a las agónicas, extravagantes, fanáticas y engañadas seguidoras muestre reverencia alguna por la religión.» (Heineman, 95).
Mrs. Barnaby y Mrs. Trollope
Frivolidad descorazonadora es el mejor calificativo para describir a Mrs. Barnaby, que es en realidad Mrs. Trollope disfrazada; Mrs. Barnaby es el personaje principal de la obra de Frances Trollope Los Barnaby en America. Los Barnaby son una pareja inglesa que parten hacia América con el objetivo de hacer fortuna. En el sur, la Mrs. Barnaby para ganarse el beneplacito y el favor de sus caseros, les engaña diciendo estar escribiendo un libro a favor de la esclavitud. En el norte, Mrs. Barnaby engaña a un honrado Quaker diciéndole que va a escribir un libro en contra de la esclavitud, y los otros nobles Quakers abren sus carteras y financian este digno proyecto, pero ningún libro sale a la luz. Falsificando sus identidades, timando a los que les ofrecen hospedaje, y precipitando su retiro, los Barnaby vuelven a casa con $10,000.
Los Barnaby en America es una sátira sobre la avaricia americana. En aquellos tiempos, como muchos otros viajantes, Mrs. Trollope no le quita el ojo al lujo. Ella anota la declaración de un caballero inglés que nunca había oído una conversación entre americanos en la que no se mencionara la palabra «dollar» (una declaración dudosa, podría decirse), y también anota que «probablemente, este tipo de propósitos comunes no se pueda llegar a encontrar en ningun otro sitio que en un nido de hormigas» (Domestic Manners, 242). Sin embargo, el impetu de Fanny Trollope de viajar a los Estados Unidos estaba estrechamente relacionado con la alarmante y penosa circunstacia económica y su libro de viajes únicamente creado con el propósito de llenar las arcas familiares.
La continua búsqueda de capital no puede parar cuando uno tiene sirvientes, créditos bancários y una renta que pagar, un marido abogado inútil, y ninguna herencia. Pero la actitud de Mrs. Trollope era algo inconsistente, y afirmaba que tema tan sucio como el dinero sólo podía conllevar un sórdido estado mental, y advertía sobre la poca moralidad que la búsqueda de riqueza llevaba consigo. Aunque ella misma, en detrimento de otros, bien que estaba motivada por el malicioso dinero. En su cabeza atacar con ironia a los Estados Unidos era perfectamente aceptable, si es que ésto le llenaba la cartera.
La Reaccion Americana
Mrs. Trollope fue acusada de ser una inmoral sin reputación. Uno de los editores de Domestic Manners of the American escribió que habían «varias partes del libro que daban a entender que la autora no es lo que pretende ser, es decir, una señora inglesa» y que «ninguna mujer, de ninguna nación, apadrinaría un libro embellecido con tales ilustraciones.» Las ilustraciones, dibujadas por su acompañante de viaje Hervieu, eran de «groseros y burdos personajes» representando, por ejemplo, el trasero de un gordo americano sentado en el balcón de un teatro. Este mismo editor critica a Mrs. Trollope por ser una hipócrita e ingrata con los que la hospedaban por espiarles y desacreditarles (Domestic Manner, Prefacio). El Western Montly Reviewcomenta que Mrs. Trollope es «precisamente una no-señora» (Pope-Hennessey, 71). La revista New Monthly Magazine califica su mente de «básicamente repulsiva,» en referencia a las historias de un libro que ofendían hasta a la modestia (Heineman, 96). Harriet Martineau, que en aquella epoca trabajaba en su manuscrito sobre America escribe «No pienso manchar mis páginas con sus historias, ni siquiera para refutarlas» (Pope-Hennessey, 78). Y aunque Mrs. Trollope mantenía que el nivel moral de los Estados Unidos era considerablemente inferior al de Europa, a ella se la consideraba una mujer libertina. Pues, al fin de cuentas, no era ella la que estaba viajando con un hombre que no era su marido. ¿Por qué no estaba esta mujer en la custodia de su marido?
La ruda franqueza de Mrs. Trollope echaba para atrás, y algunos decían que nunca se la había aceptado en los mejores círculos porque carecía de refinamiento, finos vestidos y buenos modales. Al no contar con credenciales ni cartas de invitación, no la aceptaban. Según su experiencia, la conciencia de clases sociales prevalecía tanto en Inglaterra como en América. (Ella hace que su personaje, la señora Barnaby, declare que los americanos se preocupan por títulos y rangos tan poco como ella.) Si Mrs. Trollope fracasó a la hora de conocer más a fondo la vida de los intelectuales americanos es, en parte, porque le estaba prohibida la entrada a los sofisticados círculos y clubes literarios de su tiempo. Harriet Beecher Stowe fue aceptada como miembro del club Punto y Coma (Semi-Colon Club) en Cincinnati, pero Frances Trollope no. Y aunque América era un jóven país, más preocupado por conquistar el mundo salvaje que por la cultura, contaba con un número de grupos literarios, grupos de debate, y grupos musicales a los que uno podía apuntarse. Pero Mrs. Trollope insistía en que los americanos carecían de la capacidad de aprendizaje, y lamentablemente de gusto también. sto es probablemente debido a que no tenía casi contacto con la sociedad culturizada. Tras visitar una exposición en Nueva York, Trollope concluye que «Los Medici de la republica han de ejercitarse un poco más antes de convertirse en algo respetable» (Domestic Manners, 275). Y si bien critica ávidamente las salas y academias de exposiciones que estaban llenas «de autentica chatarra,» uno puede preguntarse que tipo de gusto y juicio podía ella tener, si la decoración de su propia sala de exposiciones en el bazaar estaba basada en la obra del jover Auguste Hervieu, y esto simplemente porque él se ofreció. Pope-Hennessey comenta sobre ese velo que cuelga entre las mentes de los ingleses y de los americanos y que los hace no entenderse, y sugiere que Frances y Anthony Trollope residen en esa tradición. Ciertamente, la perspectiva de Anthony Trollope es que América y Gran Bretaña parecen ser dos golfos bien distantes. Aunque, por más que Frances Trollope se empeña en proclamar la inferioridad de los americanos más se parece a ellos. Ella misma contaba con esas características que tanto repudiaba del carácter americano, y se la puede considera hipócrita, superficial, sin principios, de dudosa moral, avariciosa, mal educada y tosca. Era mucho menos refinada que el desdeñado Mr. Gotobed en la novela que su hijo escribió American Senator. Le gustaba más el dinero que a Melmotte en The Way We Live Now y no tenía el menor escrúpulo en conseguirlo. Tenía el talante agresivo de Mrs. Hurtle.
Una carta del momento comenta que Mrs. Trollope se peleaba con todo el mundo, todo le daba asco, y que desahogaba su rencor contra todo un país en vez de descargarlo contra sí misma. Esto era a causa de su estupidez, ingnorancia y presuncion (Heineman, 95). Su Domestic Manners of the Americans ofendió profundamente en los Estados Unidos, y levantó muchas risas en casa. Harriet Martineau dijo que el libro era «abusivo» y describió a Mrs. Trollope como una mujer que «se creyó capaz de difamar a una nación entera» (Pope-Hennessey, 77).
Algo de justicia hay en el mundo, al menos en este caso. En la baja esfera moral de Mrs. Trollope, el personaje de la señora Barnaby parte hacia su maravillosa casa con ganancias amasadas atraves de engaños. En Dickens, el villano Quilp acabaría despachado en un ciénaga cercana y se hundiría lentamente hasta morir y asi restaurar el orden moral. La señora Barnaby podría haber terminado de modo similar, pues hay ciénagas en el sur, como bien había notado Mrs. Trollope en su día cuando aun creía en «utopía». Aunque la malvada Mrs. Barnaby triunfa.
Epilogo justo
Pero, Mrs. Trollope no triunfó. La mujer que "se creyó capaz de difamar a una nación entera" continuó viviendo una vida desesperada. La circulación de su Domestic Manners al otro lado del Atlántico no le trajo beneficio alguno pues el libro no estaba protegido por derechos de autor, y cientos de americanos llegaron a leerlo. Había mucho de que quejarse respecto a las ganacias del libro. Las cosas no le salieron tan bien a Fanny. Días de reclusion a causa de las deudas, y los Trollope al final, huyen de Gran Bretaña y se instalan en Brujas.
References
Bigland, Eileen. The Indomitable Mrs. Trollope. Philadelphia: J.B.Lippincott and Company, 1954.
Heineman, Helen. Mrs. Trollope: The Triumphant Feminine in the Nineteenth Century.. Athens, Ohio: Ohio University Press, 1979.
Pope-Hennessy, Una. Three English Women in America.. London: Ernest Benn Ltd., 1929.
Stebbins, Lucy Poate and Richard Poate Stebbins. The Trollopes.. New York: Columbia University Press, 1945.
Trollope, Frances Eleanor. . Frances Trollope: Her Life and Literary Work from George III to Victoria.. London: Richard Bentley and Son, 1895.
Trollope, Mrs. . Domestic Manners of the Americans.. London: Whittaker, Treacher, and Company, 1832.
Trollope, Mrs. . The Barnabys in America. Vols. I-III. London: Henry Colburn, Publisher, 1843.
White, Edmund. Fanny: A Fiction. New York: HarperCollins Publishers, Inc., 2003.Modificado por última vez el 9 de noviembre de 2010; traducido enero de 2011